El caso de Obra abierta es curioso, incluso dentro de la inacabable bolsita de curiosidades que es el corpus literario dejado atrás por el notable Umberto Eco. Es un libro que, en círculos académicos, se pondera muchísimo, se platica, se parafrasea, se usa como noción, pero al final se lee poco, ni siquiera figura entre los más leídos de su obra académica, ya no digamos el puñado de monstruos de venta que produjo como novelista. 


    Lo que tenemos en Obra abierta es más bien, y el autor así lo repite en varios puntos, una colección de ensayos escritos más o menos en el mismo periodo de tiempo, los cuales tratan a muy grandes rasgos sobre ciertas tendencias vanguardistas dentro del arte “contemporáneo”.


     Pero si el hilo conductor del libro de Eco es relajado, lo que resulta no es, en virtud de su maestría, ningún desastre, sino una muestra, por turnos apabullante e iluminadora, de la erudición que ya podía presumir a sus 30 años de edad, aproximadamente. Y lo que es mejor, el libro sí termina, de algún modo extraño, quizá por medio de acumulación, urdiendo un argumento efectivo sobre la poética de la obra abierta.


    Obra abierta

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    El caso de Obra abierta es curioso, incluso dentro de la inacabable bolsita de curiosidades que es el corpus literario dejado atrás por el notable Umberto Eco. Es un libro que, en círculos académicos, se pondera muchísimo, se platica, se parafrasea, se usa como noción, pero al final se lee poco, ni siquiera figura entre los más leídos de su obra académica, ya no digamos el puñado de monstruos de venta que produjo como novelista. 


    Lo que tenemos en Obra abierta es más bien, y el autor así lo repite en varios puntos, una colección de ensayos escritos más o menos en el mismo periodo de tiempo, los cuales tratan a muy grandes rasgos sobre ciertas tendencias vanguardistas dentro del arte “contemporáneo”.


     Pero si el hilo conductor del libro de Eco es relajado, lo que resulta no es, en virtud de su maestría, ningún desastre, sino una muestra, por turnos apabullante e iluminadora, de la erudición que ya podía presumir a sus 30 años de edad, aproximadamente. Y lo que es mejor, el libro sí termina, de algún modo extraño, quizá por medio de acumulación, urdiendo un argumento efectivo sobre la poética de la obra abierta.


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